Mensaje Cuando Dios dice "es ahora"
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En el ciclo natural de la vida, hay temporadas. Algunas están llenas de desolación, pero podemos consolarnos si sabemos que esa temporada tiene un límite en el tiempo. Hay un tiempo en que termina la desolación y comienza el cumplimiento profético. Esos tiempos son los momentos en que Dios dice: “¡Es ahora!” Tiempos de cumplimiento profético en que se manifiestan las promesas de Dios.
Dutch Sheets escribe: “La vida es una serie de cambios; un proceso de pasar de lo viejo a lo nuevo; de cronos –un proceso general del tiempo– a kairos –un tiempo oportuno, estratégico, el “ahora”–. El crecimiento, el cambio, el avivamiento, son procesos. La vida está conectada. Si no comprendemos esto, tendemos a despreciar los cronos, que son tiempos de preparación, de siembra, de creer y perseverar (…) No perdemos el tiempo, lo invertimos. Y si lo hacemos fielmente, el momento del cambio llegará”.

Eso sucedió en nuestra familia, cuando los diez años de esterilidad terminaron con el nacimiento de nuestra primera hija. Cuando el tiempo de desolación o desierto termina, y comienza una nueva temporada de promesa, es uno de los momentos en que Dios dice: “¡Es ahora!”
En Daniel 9 vemos un ejemplo bíblico de una temporada de desolación que termina, para que comience una de cumplimiento profético. Israel había estado cautivo en Babilonia durante setenta años, y aún estaba cautivo, cuando Daniel comenzó a leer las profecías de Jeremías: “Corría el primer año del reinado de Darío […], cuando yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las escrituras donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años” (v. 2). Al leer, Daniel se dio cuenta de que había una profecía que había sido dada muchos años antes, y que “ahora” era el tiempo para que se cumpliera esa profecía. Los setenta años de desolación que Jeremías había profetizado, concluían, y el tiempo de ser liberados de la cautividad había llegado.
Dios siempre tiene momentos en que dice “ahora” en nuestra vida. Daniel sabía que era tiempo de que esta palabra se cumpliera y la cautividad terminara. Nosotros, como él, también debemos llegar a un punto en que comprendamos la secuencia de tiempos de Dios.

Sé que, en mi propia vida, cuando es hora de que una temporada de desolación termine, deseo que finalice y sus efectos desaparezcan. Y una vez que salgo de ella, no quiero volver. Esa es la actitud que debemos tener al avanzar hacia el cumplimiento profético. Debemos estar en estrecha relación con Dios para saber cuándo comenzar una nueva secuencia y un nuevo ciclo de vida. Necesitamos saber cuándo es hora de dejar de lado nuestra desolación y entrar en un nuevo tiempo.
Salir de la desolación

“Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas” (Daniel 9:3). Cuando Daniel comprendió que los tiempos estaban cambiando, y que Israel debía salir de la cautividad, hizo dos cosas: se volvió a Dios y dialogó con Él con oración y súplica, y comenzó a negarse a sí mismo por medio del ayuno, para que toda desolación pudiera ser rota. Al hacer estas dos cosas, se reconcilió con Dios y, como representante de Israel,salió de la temporada de desolación. Esto permitió que comenzara el proceso para que los israelitas salieran de la cautividad y avanzaran hacia su futuro.
Por medio de sus promesas para nosotros, Dios rompe la desolación personal, colectiva y territorial… y el infierno está furioso. Siempre que nos preparemos para entrar en un nuevo tiempo de cumplimiento profético, Satanás se opondrá y tratará de mantenernos en la desolación del pasado. Hay un proceso de tres pasos que debemos seguir para salir de la desolación y entrar en los tiempos de cumplimiento en nuestra vida.

Primer paso: Dios da un llamado a la intercesión
Como sucedió con Daniel, Dios suele liberar primero una carga de intercesión en nuestra vida. Una carga es una profunda impresión de lo que Dios siente y desea, en nuestro espíritu. Sentimos esta carga como un peso o un impulso tan fuerte, que debemos responder a Dios para que pueda producirse un cambio en nuestra vida o nuestro entorno. Así comienza la intercesión.
La intercesión siempre prolonga lo que Dios está haciendo para arrancar la desolación de nuestra vida. El cumplimiento profético es un proceso continuado. En otras palabras, todo lo que Dios ha hecho, aun en el período de desolación, tiene un propósito, y ayudará para impulsarnos hacia lo que Él tiene para nosotros en nuestro nuevo lugar. Dutch Sheets escribe: “Dios quiere cambiar nuestro pensamiento, de sentirnos desalentados en esos tiempos, a darnos cuenta de que los períodos de cronos son necesarios (…) Sabiendo que estamos colaborando con Dios y dándole lo que necesita para traer lo nuevo, podemos regocijarnos, en lugar de despreciar, los comienzos modestos”.
Todo lo que Dios ha hecho, aun en la temporada de desolación, tiene un propósito, y ayudará para impulsarnos hacia lo que Él tiene para nosotros en nuestro nuevo lugar.

Segundo paso: Dios revive el destino profético no cumplido
Cuando nos ponemos de acuerdo con Dios por medio de la intercesión, Él suele recordarnos su plan de destino profético. Daniel descubrió esto cuando tuvo que retroceder setenta años para descubrir qué le había prometido Dios al pueblo de Israel. El profeta Jeremías había profetizado que toda la Tierra entraría en desolación y serviría al rey de Babilonia durante setenta años (vea Jeremías 25:11). Al recibir la carga de oración de Dios, Daniel pudo comprender que esto era lo que había dicho Jeremías. Ahora era el tiempo de que el poder de la desolación se quebrara y comenzara la restauración.
Lo mismo sucede con nosotros muchas veces. Quizá nuestros abuelos y bisabuelos tenían increíbles destinos proféticos que nunca se concretaron. Debemos entender cómo su herencia profética quedó cautiva del enemigo, y comprender cómo las bendiciones generacionales de Dios no se cumplieron.
He aprendido que el destino profético suele estar relacionado con las generaciones de nuestras familias. Por tanto, deseo estar seguro de completar de alguna forma lo que Dios preparó para mi linaje. Debo lograr el éxito donde ha habido fracaso en mi familia. Debo vencer al enemigo en aquellos aspectos en que otros de mis antecesores no lo soportaron. Para que se cumplan las profecías en nuestras vidas, debemos permitir que el Señor reviva el destino profético no cumplido en nuestros ancestros y darnos una mentalidad de éxito, de cumplimiento y completitud.

Tercer paso: Dios nos llama a profetizar sobre nuestro destino
Por difícil de creer para muchos que así sea, Dios ha elegido utilizarnos como un eslabón necesario para cumplir su voluntad en la Tierra. Nos llama para que dialoguemos con Él, escuchemos su voz y recibamos revelación profética para que la esperanza de nuestro llamado se cumpla. Nos pide que llevemos esa revelación y la profeticemos en el ámbito terrenal.
Esta acción de declarar la revelación profética se llama “intercesión profética”. Barbara Wentroble afirma: “La intercesión profética es un tipo de oración que desata milagros y bendiciones de Dios (…) El Cuerpo de Cristo está hoy en el vientre del amanecer de un nuevo día (ver Salmo 110:3). Damos a luz oraciones que tienen poder para abrirse paso”.

Tomado del libro: Cuando Dios dice: “¡Es ahora!” Por Chuck D. Pierce Editorial Peniel

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