Hablemos de Tatuajes
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Estudios arqueológicos y antropológicos revelan que el tatuaje nace con el hombre mismo. Se encontró un tatuaje en la espalda de la momia de un caminante que murió hace 5.300 años en los hielos alpinos; los egipcios practicaban el tatuaje desde el 2000 a.C. y también momias encontradas en Asia poseían grandes tatuajes.

El tatuaje consiste en la inserción de colorantes bajo la epidermis; se perfora la piel con instrumentos punzantes, y más recientemente con aguja eléctrica.
Entre los pueblos primitivos, tatuarse no tenía nada transgresivo, sino que incluso era signo de integración social, de distinción o de identificación personal. Nuestros ancestros lo usaron como camuflaje para la caza, y también existía la creencia de que los tatuajes protegían contra la mala suerte y las enfermedades. En estos últimos tiempos se usan como "adornos". Sea cual fuere su finalidad, el tatuaje siempre ha sido exclusivo de su portador y refleja sus necesidades personales.

Pueden verse tatuadas imágenes pavorosas, tanto en tribus arcaicas como en modernas tribus urbanas –pandillas– y todo con el fin de intimidar a sus enemigos. A principios de este siglo solo llevaban tatuajes la gente que viajaba mucho, y a esas personas se les consideraba como lo peor de lo peor, pues los tatuajes eran exclusivos de los criminales y marginales. Pero este concepto ha cambiado muchísimo con los tiempos modernos, a tal punto que se los reconoce como un adorno corporal que expresa un mensaje personal, y ha evolucionado con la moda misma; ha llegado a su ideal artístico y técnico.

Vemos en los estudios arqueológicos que los tatuajes eran practicados por diferentes culturas y razas; y aún exploradores del siglo XVIII (J. Cook) lo vieron en tribus de los mares del Sur, e introdujeron en Europa el término ta-tau, que en polinesio significa "marca sobre la piel".
Pero lo que hacen todos esos estudios antropológicos, es confirmar aquello que Dios nos dejó en su Palabra escrita que es la Biblia. En el Antiguo Testamento se cita que los pueblos vecinos a Israel eran pueblos paganos, que se hacían incisiones en su piel como señal de duelo y esa costumbre, a su vez, formaba parte de un rito funerario en honor de Baal, el dios cananeo de la fertilidad.

Dios le dejó a su pueblo mandato para no hacer esta práctica, con el fin de no contaminarse al participar en este rito pagano, Dios dice en su Palabra: "No haréis incisiones en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal alguna. Yo, Jehová" (Levítico 19:28), y este mandato está incluido en un capítulo que se llama "Leyes de santidad y de justicia". También se lo recuerda cuando le dice al pueblo de Israel que es pueblo santo escogido para Él y que son hijos suyos (ver Deuteronomio 14:1-2).

Vimos, en la corta revisión, que con el paso de los años lo que era muy malo en los tatuajes ha querido cambiar, y de hecho en la actualidad hasta se exalta y se lo acepta como "un adorno personal".
Pudiera ser que la modernidad considere que la ley del Antiguo Testamento no está vigente, que ya no se ajusta a esta época; para esto veamos lo que dice Dios en el Nuevo Pacto que hizo con su pueblo por medio de la obra redentora de Jesucristo en la cruz: "Por tanto hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo [tiempo presente]..." (Romanos1 2:1-2).

Es claro que Dios le habla a su pueblo en estas dos citas, y lo hace porque la primera y principal consecuencia de tal costumbre es que el que la practica se aparta de Él; pero el ser humano desde su creación está apartado de Dios por el pecado, de modo que es bueno hacerle saber a quien piense hacerse un tatuaje que, además de continuar apartado de Dios, puede tener consecuencias graves: va a causarle dolor; va a mutilar su cuerpo de manera tal que quedará marcado para toda la vida; puede presentar una reacción alérgica grave a la tinta, que puede causarle hasta la muerte; puede contagiarse con una infección dérmica que le desmejorará su salud; puede contagiarse con el SIDA; puede hacer una cicatriz queloidea, la cual deformará grandemente en lugar de "adornar" a la persona; y si por algún motivo no le agradara más el tatuaje, tendrá que vivir con eso, sometido a un tipo de ropa que le cubra su marca; y si desea y tiene cómo quitárselo, solo hay un método –con rayo láser– el que es muy costoso y no garantiza eliminarlo en un cien por cien –mientras más grande el tatuaje, menor probabilidad–.

Es bueno recordar también que Dios puede lavar y borrar en forma definitiva todos los pecados, santificando y justificando a esa persona ante Él. Esto lo hace en el nombre de Jesús y por el poder de su Espíritu Santo: "Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Corintios 6:11).

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